29 octubre, 2005

La polémica de Juan Marsé

Un pequeño comentario sobre lo acontecido en la última edición del Premio Planeta:
Juan Marsé dijo que las novelas eran malas y la ganadora se ofendió. Hubo algunas palabras entre ellos en la entrega del premio y todo mundo calificó a Marsé de aguafiestas. Lo cierto es que tiene razón; desde hace tiempo se viene diciendo que las novelas ganadoras del Premio Planeta no se caracterizan por su calidad literaria. Son esas cosas que todos pensamos y nadie decimos. Esta vez Juan Marsé cometió el pecado, decirlo en voz alta siendo uno de los jurados.
Yo estoy de acuerdo con Marsé (no porque sea uno de mis escritores favoritos), aunque cabría aquí también aclarar que pienso que las novelas ganadoras del premio Planeta son a veces muy malas, lo cual no quiere decir forzosamente que los escritores ganadores lo sean. Pero hay múltiples ejemplos; Lucía Etxebarría, Bryce Echenique, Maruja Torres....son escritores que tienen novelas superiores a la ganadora del premio. Claro, a esta le tendrán más cariño porque quién puede odiar 600,000 euros. Así quién va a decir que es mala. Sin embargo estoy convencida de que, si no son malas, por lo menos son mediocres, que está peor. Y que esos mismos escritores tienen mejores novelas, son mejores escritores que eso, y ya con una lana en el bolsillo, quizá hasta escriban mejor también en un futuro.
Para no ir más lejos: para mi gusto, la peor, o casi la peor novela del propio Juan Marsé, es La muchacha de las bragas de oro, Premio Planeta 1976.

Fortunata y Jacinta (Benito Pérez Galdós)

La trama de Fortunata y Jacinta es la de un verdadero culebrón: chico rico enamora a chica pobre, la deja embarazada para casarse con chica rica; la chica pobre pierde al hijo, se casa con un hombre bueno y en cuanto vuelve a ver al chico rico deja al chico pobre y vuelve una y otra vez a caer con el chico rico. Cuatro renglones son demasiado pocos para explicar una novela de dos mil y tantas páginas, pero en sí, la trama es tal cual. Sin embargo, la riqueza radica en la construcción de todos y cada uno de los personajes que pululan por la obra, los cuales son pincelados de una manera tan detallada que cobran vida propia; cada uno de ellos viene cargado con toda una historia a sus espaldas, su origen, su carácter, su forma de vestir, su casa, y sobre todo esto, su lenguaje. Son como una sala de un museo en donde vemos todos los retratos colgados y al entrar a la estancia componen un cuadro coral que cobra vida a través de las palabras.

La historia es la siguiente: Juanito Santa Cruz, inteligente, guapo, rico y golfo, hijo de un gran comerciante y una señora bien, (Don Baldomero y Doña Bárbarita) se encuentra por casualidad con Fortunata, una belleza “al natural” y con natural me refiero a sin educación, vulgar e ignorante, pero hermosa. El flechazo es mutuo, y Juanito sostiene con ella un apasionado romance del que nace un pequeño que al poco tiempo muere. Entretanto, los padres de El delfín (los apodos que Galdós pone a sus personajes son divertidísimos e irónicos) le arreglan un matrimonio que si no hubiera sido pactado, hubiera surgido espontáneamente; la afortunada es Jacinta, una buena y hermosa sobrina de Doña Bárbara que se crío prácticamente al lado de Juanito Santa Cruz y que reúne todas las virtudes que se pueden esperar de una chica de buena pero modesta familia. El matrimonio resulta un éxito, ya que Juanito y Jacinta se adoran, y ante todo, son tan sinceros el uno con el otro que él le cuenta sus calaveradas y ella se las perdona y hasta lo entiende. Así comienzan las cosas. Sin embargo, todo se tuerce por las continuas infidelidades de El delfín y se agravan por la incapacidad de su esposa para tener hijos.

Esta novela es un catálogo de personajes, algunos de ellos entrañables, a saber, y muy principalmente, el de Mauricia La Dura, un alma perdida en los vapores etílicos, violenta y machorra, que se convierte en la mejor amiga de Fortunata. También está don Evaristo Feijoo, gran hombre, protector y mejor amigo de Fortunata. Yo rescataría también a Doña Lupe La de los Pavos, usurera y dominante tía política de la ya mencionada. Del lado de los ricos, la más rescatable, aparte de la propia Jacinta (la mona del cielo, como le llama Fortunata), alma buena donde las haya, es doña Guillermina Pacheco la rata eclesiástica, santa mujer que se preocupa por mantener el decoro material y espiritual de todos sus protegidos, que son muchos.

La historia está estructurada también al estilo culebrón, ya que cada una de las partes terminan en lo más emocionante del momento, y la siguiente inicia con otra vida, otra historia, otra mirada, otro personaje, y así, se van hilando y entremezclando todas las historias.

Hay muchas referencias a la vida política y social del país, pero Galdós no se detiene, no hace paréntesis ni puntos y aparte, sino que refiere por medio de los personajes, por medio de charlas, tertulias, reuniones y amistades, y así nos mantiene al tanto de la actualidad. Así mismo, los cuadros costumbristas del Madrid del siglo XIX también están retratados al detalle, pero siempre como parte de la escena, del momento que vive el personaje, forman parte esencial del momento y el lugar en que están sucediendo las cosas.

Para hablar de Fortunata y Jacinta se necesitan muchas páginas, hay mucha tela de donde cortar, sin embargo, me quedo con los fabulosos y detallados retratos de sus personajes, sus divertidísimas escenas, el sentido del humor y la ironía, y sobre todo, con las heroínas; la mona del cielo (Jacinta) y la prójima (Fortunata), dos personas opuestas unidas por un mismo hombre, un maravilloso y perfecto hombre, si no fuera por su falta de escrúpulos, y sin darle más vuelta, por su cinismo y golfería. Lo que acá llaman un chulo, vamos.

La casa de la Alegría (Edith Warthon)

Lily Bart es una hermosa huérfana que espera que su belleza y exquisitas maneras le recompensen con un marido bueno y rico. Sin embargo, a pesar de que los hombres más ricos de la sociedad neoyorkina en la que se mueve Lily son capaces de matar y morir por ella, su indecisión, (y por qué no decirlo, una dignidad poco entendida) la hacen tropezar a cada momento, generando a su paso rumores maledicientes, intrigas y fracasos en sus esperanzas de conseguir sus propósitos. Conforme baja poco a poco los escalones de su nivel social, en lugar de subirlos como se esperaba de su belleza y sus modales, Lily comienza a darse cuenta que esa belleza y esos modales no son suficientes para lograr sus objetivos. La búsqueda de la perfección a su alrededor, tanto en ambiente, momentos, y formas, chocan de frente con las frías y cínicas maquinaciones de sus amigas. Lily Bart parece vivir en un mundo irreal y hermoso, sincero e incólume que no tiene nada que ver con las intrigas cotidianas de su círculo social. Las virtudes de Lily Bart se convierten entonces en sus enemigas más acérrimas; una mujer que cree tener todas las armas en la mano termina por darse cuenta de que su belleza y delicadeza no son suficientes para mantenerla en pie. Sin embargo, su pérdida de inocencia, causada por los duros golpes que va recibiendo, llega demasiado tarde: Lily Bart no puede salir ya de ese torbellino que la atropella, tampoco puede levantarse, no puede aspirar a vivir en la verdad, pero tampoco puede ya aspirar a vivir en la opulencia. Y asi, el trecho se va cercando poco a poco a la protagonista, llevandola a la tragedia inevitable.

Por cierto, todavía no sé porque la novela tiene ese título, “la casa de la alegría”. Luego de mucho pensarlo, supuse que se debía a los casinos y al bridge, pero aún cuando la protagonista tiene cierta tendencia ludópata, no me queda muy claro que eso sea el eje central de sus vicisitudes. Si me pongo a pensar, por ejemplo, en Dostoievski y El jugador, o 24 horas en la vida de una mujer, de Stefan Zweig, me doy cuenta que el retrato de Lily Bart o no se corresponde con el de una jugadora, o simplemente se trató de suavizar. No sé realmente si está malogrado el personaje en ese aspecto, pero la critica total y feroz de Edith Warthon hacia la sociedad neoyorquina de finales de siglo XIX es por lo menos, interesante, ya que, como vimos en La edad de la inocencia, Warthon no se conforma con describirla minuciosamente, sino se empeña en demostrar que la hipocresía y la doble moral de la sociedad termina por ser un arma en contra de los individuos y de su felicidad personal.

El paciente inglés (Michael Ondaatje)

Es la historia de cuatro personas muy distintas entre sí, aisladas del mundo en una vieja y destruida finca, a finales de la segunda guerra mundial. Hana, una joven enfermera empeñada en cuidar a un misterioso hombre prácticamente calcinado, un zarpador en su interminable búsqueda de bombas, y de un sentido de la vida, de la guerra; y un ladrón que es una especie de padre adoptivo de Hana. La historia, sin embargo, parece desarrollarse muy lejos de esa casa perdida al norte de Italia, se traslada constantemente al desierto, es en África donde parece que se pueden encontrar respuestas sobre la identidad del paciente que dice ser inglés. Las descripciones del desierto son poéticas, minuciosas, así como las escenas que describen el trabajo del hindú Kip, el zapador siempre viviendo al límite, siempre pensando que queda sólo un segundo para volar por los aires.

A diferencia de la película, la historia de amor entre el paciente y Catherine no parece ser el punto crucial de esta novela, que se centra mucho más tanto en la personalidad como en los sentimientos del Kip, lo cual sirve, para mi gusto, como pretexto del autor para establecer las diferencias entre Oriente y Occidente, y con ello, entre la paz y la guerra.
Por lo general, los libros que leo me parecen mucho mejores que sus películas, y en algunas contadas excepciones, me emociona descubrir que la película está exactamente a la altura del libro y que ambas son dos obras de arte comunicantes pero independientes (ya escribiré sobre algunas de ellas) que pueden gustar por igual, o gustar una más que la otra, pero que ambas tienen la relación de calidad suficiente como para hacerte adicto a ambas. Sin embargo, por primera vez, me enfrenté a un libro que parece mucho menor que la película que surgió de él. Un libro prescindible, para una película única, preciosa e imprescindible.
Aún así, me llegué a encariñar con Kip.

11 octubre, 2005

La verdad es de quien cuenta la historia (Los amores imprudentes, Gustavo Martín Garzo)

Cuando lees una novela, no sabes que será lo que te atrapará, cual es el mínimo detalle que te conmoverá tanto que al momento de cerrar el libro puedes decir que te ha gustado. Muchas veces, son las historias secundarias, las paralelas, las que causan mayor impresión, por encima del hilo argumental central.

Los amores imprudentes es el viaje iniciatico de una joven de 25 años que va en busca del pasado, un pasado que no le pertenece pero al que está atada por medio de una medalla que cuelga de su cuello. ("Es verdad que contraemos deudas con nuestros muertos, pero esto no les daba derecho a pedir que nos inmoláramos tratando de completar lo que ellos no habían sabido o podido vivir", pág. 85)

La protagonista es una francesa hija de exiliados españoles que luego de la muerte de su padre descubre una fotografía de una hermosa mujer sonriendo y un sobre que contiene un nombre y un teléfono. Lo curioso de la fotografía es que la mujer que sonríe a la cámara lleva colgada al cuello la misma medalla que su padre le regaló cuando cumplió 11 años.

Al ser incapaz de manejar su propia vida, atropellada por un continuo fracaso tanto en el terreno sentimental como en el laboral, la chica (y ahora que me pongo a pensar, no sé su nombre, ¿lo habrá mencionado alguna vez?) huye de París con el pretexto de encontrar la verdad sobre esa mujer que al parecer significó mucho para su padre. Viaja hasta un pueblo cercano a Burgos, en el que parece que todo el mundo oculta algo y todos tienes diferentes versiones de lo que pasó en el pueblo hace cincuenta años.

Nazis, mujeres trabajando en una empresa de conservas, una mujer rica, influyente y triste, una anciana que recuerda los años de feliz e irreflexiva juventud; una extraña relación entre una mujer que lee y cita las novelas de PD James y una chica agresiva y agreste; un hombre que guarda un oscuro secreto, son algunos de los personajes que nuestra protagonista encontrará en el pueblo. Es difícil acceder a la verdad, cuando la mayoría de los personajes de la historia ya han muerto y los que todavía viven parecen no querer contarla.

¿Y cuál es ese pequeño detalle que captó mi atención? Pues uno que se menciona, pero que no es esencial en la novela. Una hija va a averiguar el pasado de su padre muerto y al hacerlo descubre que su padre tuvo un gran amor. Esta hija es consciente que sus padres no fueron felices, que no se querían, y que la enfermedad larga y dolorosa de la madre contribuyó a esa infelicidad. Pero al ir tras el pasado, la hija se da cuenta de que esto viene de más atrás, de antes de que ella naciera y de que su madre enfermara y muriera, incluso de antes de que su madre conociera a su padre. A lo largo de la novela, la arrolladora pasión entre su padre y aquella enigmática mujer hace más patente la gris historia de sus padres. ¿Qué sentirá una hija al saber que sus padres no fueron felices, que no se querían? ¿Qué se siente al descubrir que hay un amor más grande, más profundo, interminable, y del cual no eres tú el resultado lógico? Es como pensar que eres protagonista de una película y luego darte cuenta que no eras más que un extra, un figurante, aunque con esperanzas a llegar a actor de reparto, pero no mucho más lejos. De repente me puso muy triste pensar en ello.

La vuelta a la infancia de Marisa Madeiri (Verde Agua)

Verde agua es una mirada al pasado, una reflexión sobre la vida, la que fue y la que es ahora, sin detenerse a pensar en la incertidumbre de un futuro que se conoce difícil. Marisa Madeiri, (esposa de Claudio Magris, también escritor), nacida en uno de esos territorios que pertenecen a un país y un día amanecen siendo de otro. Fiume, su ciudad natal, fue italiana hasta que Tito creo ese imperio ahora desmoronado llamado Yugoslavia. Entonces muchos de los habitantes de Fiume iniciaron el éxodo hacia Trieste, en donde Marisa y su familia vivieron como refugiadas.

Marisa tuvo una larga, muy larga enfermedad (murió de cáncer en 1996) y escribió esta especie de “diario retroactivo” durante uno de los periodos en que la enfermedad remitió, entre 1982 y 1983. En estas páginas recuerda momentos puntuales de su infancia, su relación con su familia, la pobreza en que vivieron, el recuerdo de una abuela materna dominante, de una madre amorosa y sacrificada, los paisajes nuevos para ella, el aislamiento en el que vivió el resto de su infancia (al salir de Fiume a Trieste); todo este pasado bajo el prisma, las pinceladas cortas pero eficaces de su vida en el presente de la narración: sus hijos, su lucha por las mujeres más desprotegidas, su amor y compasión por cualquier forma de vida por pequeña que sea, y su serenidad ante la muerte, ante su propia muerte.

Este diario es como un enfrentamiento de Marisa hacia lo que fue su vida, lo que es, y lo que no se dice, esto es, lo que será. Tiene momentos muy dolorosos, casi trágicos, pero recordados con una fortaleza que parece ser el resultado de la soledad, el aislamiento, el exilio, pero sobre todo, por el amor que tiene a su familia, que la mantiene de pie y con una tranquilidad asombrosa hasta el último momento.

Vale mucho la pena leer el Posfacio, de Claudio Magris, para adentrarse en la personalidad de esta mujer; nadie como él la conocía y es como ver una misma cosa a través de dos cristales diferentes, el de ella misma, y el de su marido, el de un presente que recuerda a su pasado y el de un futuro inexorable que ya ha llegado y que permite a su esposo reflexionar sobre la escritura de su esposa, de su vida, de su actitud ante la muerte, sobre su corta carrera literaria, corta pero sin ninguna prisa, y que le ha valido ante la crítica la calificación de “clásica contemporánea”.

Las apariencias engañan (El mundo alucinante de Reinaldo Arenas)

Un mundo alucinante, la novela de Reinaldo Arenas, como predice el subtítulo, es una novela de aventuras, las aventuras y vicisitudes de Fray Servando Teresa de Mier, fraile mexicano que pasó la mayor parte de su vida en la cárcel y huyendo de ella. Una especie de road movie en donde todo lo que puede pasar pasa, y en la que nuestro buen fraile se ve inmerso en las situaciones más descabelladas, las más irónicas, las más alucinantes, superando siempre lo inverosímil pero casi siempre probable.

Reinaldo se sumerge en las Memorias de Servando, navega, toma como guía el testimonio del fraile, pero agrega su propia voz narrativa, que nos habla de la vida de este hombre, que le habla al propio fraile de su vida. Cada capítulo está visto desde tres perspectivas, la del personaje, la del narrador, y la del narrador hablando al personaje.

Es curioso como un personaje extraordinario, al que le suceden cosas extraordinarias, esté tan olvidado en la historia de nuestro país, y cómo Reinaldo lo rescata de ese olvido, y cómo esa vida exultante, dramática y azarosa de un fraile del siglo XVIII-XIX se parece tanto a la del propio escritor. Cárcel, persecución, libertad interna, lucha, Servando es igual que Reinaldo en lo provocativo, en lo rebelde, en lo tremendamente sincero y fiel a sus ideas y a su vida, en su fuerza, en su valentía, en no quedarse callado ante nada o ante nadie, en asumir las consecuencias con entereza. Muchas veces parecería que Reinaldo, más que hablar de Servando, habla de si mismo, se confiesa, se refleja en un personaje que en apariencia no tendría nada que ver con él.

Reinaldo anuncia desde un principio que esta es una novela y lo recalca, "recuerda que esto es ficción", sin embargo el grotesco mundo que se plantea y se recrea, a pesar de lo descabellado es verdadero, tan verdadero como las continuas cárceles y las continuas huidas del fraile, el constante ajetreo, el ir y venir de un país a otro, siempre con las idea fijas sobre su tierra, su deseo constante de volver y hacer de su país un mundo nuevo. Fray Servando fue ante todo un hombre que buscaba la libertad, no solo la propia sino la de su país, y en eso es en lo que quizá se asemeja más al escritor cubano.

Como en otras obras de Reinaldo, el lenguaje es transgresor, lúdico, con un gran humor y una ironía ácida, negra, amarga, pero también exuberante, frondoso, mágico, poético y sarcástico. Las aventuras son absurdas, ilógicas, paródicas, exageradas, pero también desoladoras y dramáticas.

El mundo alucinante es un juego, un intertexto, un diálogo entre Servando (a través de sus memorias, es decir, de sus palabras, de las situaciones tal y como el fraile cuenta qué las vivió) y la reinterpretación de la historia a través de Reinaldo.

También hay que puntualizar algo que menciona el propio Reinaldo en el prólogo: se ha dicho constantemente que esta novela tiene cierta deuda con el realismo mágico de Cien años de soledad, de Gabo, o con De dónde son los cantantes, de Severo Sarduy, escritas y publicadas después que Un mundo alucinante, lo cual comprueba lo poco que somos capaces de apreciar todo lo que nos quede fuera del “boom” latinoamericano, lo poco que miramos a otros autores que no sean los ya ampliamente conocidos y mencionados constantemente, y lo poco que conocemos la capacidad creativa de gente que vivió de manera marginal dentro del mundo literario. También, como dice Reinaldo en el prólogo, demuestra “sobre todo a los reseñistas y críticos literarios, que el tiempo no existe”.

10 octubre, 2005

Las canciones de amor favoritas de Juan Marsé

Algunas veces, escribir una reseña o un comentario de un libro no sirve para explicar lo que se siente al dar la vuelta a la última página. Esto es porque el libro ha provocado tal cúmulo de emociones tan íntimas que se sabe de antemano que no podrás explicarlas, y porque se sabe que cualquier comentario objetivo sería insuficiente. De hecho, no cabe la posibilidad de un comentario objetivo, pero uno subjetivo es tan personal que dificilmente otro lector podrá compartirlo. Se crean entonces falsas expectativas a los futuros lectores, porque lo más intenso, lo más revelador y lo más emotivo del relato leído está fuera de él, es tuyo, te pertenece sólo a tí.
Diré entonces, de una manera práctica y concisa, que Canciones de amor en el Lolita´s Club es, como otras novelas de Marsé, una novela de perdedores, una novela que esconde, bajo la furia aparente de sus personajes, una ternura y una soledad infinitas.
Siguiendo con lo práctico, la trama, básicamente, es sobre una prostituta extranjera y dos hermanos, uno imbécil ( o con algún tipo de retraso o deficiencia mental) y otro un policía alcohólico. El escenario, un club de alterne de carretera, puede ser cualquiera, puede pasar en cualquiera. Escrito así, el triángulo suena común y hasta tivial, insuficiente. Por lo que sólo me atrevo a decir que es una novela sobre el desamor, y como he dicho antes, sobre la soledad y la ternura. Es la última novela de uno de mis escritores favoritos, Juan Marsé.

¿Qué lleva la Maga en el morral?

Durante aquellos felices, despreocupados y a veces oscuros años de principios de los noventa, comencé lo que algunos llaman mi "estilo hippie", por cierto, adquirido, quién iba a decirlo, mientras estudié en la Ibero, universidad fresa por excelencia ("menos los de Comunicación", solíamos repilicar de inmediato) . Lo cierto es que el estilo era más bien ecléctico, porque una de las maravillas de esta ciudad es que cualquiera puede hacer cualquier cosa y vestirse como quiera sin necesidad de encasillamientos.
En fin, el caso es que entre los basics de aquella época estaban el escondido puti club (no es en realidad un puticlub, habrá que preguntarle a Lara y a la banda de la fac de ciencias por qué le puso así) donde servían unas jarras de cerveza igual de buenas que en la Puerta del Sol y con la ventaja de que podrás, con mayor seguridad, tomartelas sentado; los multitudinariamente visitados cafés del jarocho, las visitas al Chopo y al mercadillo de antigüedades en la Merced y el ya hace muchos años extinguido local LUCC, o Rockotitlán, cuna del mejor rock urbano.
Pues bien, compaginando mis múltiples formas de vida y estilos, un día compré un morral, de esos tejidos de muchos colores. Cosa curiosa, ese morral no fue comprado en Coyoacán, sino en San ángel, en el mercado que se monta detrás del Bazar del Sábado. Durante prácticamente todos mis años universitarios, llevé dentro de mi morral los libros que necesitaba para la escuela, más algunos libros que la mayoría de las veces compraba en las librerías de viejo de la calle de Donceles. Siempre me he preguntado cómo me cabían tantos libros en ese morral, y como mi espalda no se resentía. Nunca supe cómo me cabían los libros, pero si supe que mi espalda finalmente resintió esa estrategia caracoliana de llevar la biblioteca a cuestas. El morral se rompió y quizá por romanticismo, o por cambio de estilo o de vida, no lo volví a reemplazar con otro de iguales características.
En homenaje a ese morral que me acompañó durante tanto tiempo, que conoció tantos lugares recónditos de la ciudad de México, y que cargó innumerables libros, he aquí que hoy, diez, quince años después, se abre este espacio que contiene las lecturas, los libros, las manías de lector que suelen acompañarme, como esa de llevar múltiples cuadernitos para apuntar las citas que más me gustan, hacer listas de los libros que he leído y de los que voy a leer, y entre los que voy a leer, hacer listas de los que compraré y de los que sacaré de la biblioteca, etc, etc.
Como he dicho en alguna otra ocasión, no se pueden considerar reseñas a lo que aquí plasmaré, son simplemente comentarios, resumenes, opiniones personales, a veces solamente citas, sensaciones, sentimientos, y todo lo que rodea a cada libro que voy leyendo. No están aquí, ni mucho menos, todos los libros que he leído, me tardaría más en escribir en el blog que en leer, pero si puedo decir que muchos de los que están aquí han cambiado en algo mi forma de leer, de apreciar y de vivir la literatura.
Espero que lo disfruten.