29 octubre, 2005

Fortunata y Jacinta (Benito Pérez Galdós)

La trama de Fortunata y Jacinta es la de un verdadero culebrón: chico rico enamora a chica pobre, la deja embarazada para casarse con chica rica; la chica pobre pierde al hijo, se casa con un hombre bueno y en cuanto vuelve a ver al chico rico deja al chico pobre y vuelve una y otra vez a caer con el chico rico. Cuatro renglones son demasiado pocos para explicar una novela de dos mil y tantas páginas, pero en sí, la trama es tal cual. Sin embargo, la riqueza radica en la construcción de todos y cada uno de los personajes que pululan por la obra, los cuales son pincelados de una manera tan detallada que cobran vida propia; cada uno de ellos viene cargado con toda una historia a sus espaldas, su origen, su carácter, su forma de vestir, su casa, y sobre todo esto, su lenguaje. Son como una sala de un museo en donde vemos todos los retratos colgados y al entrar a la estancia componen un cuadro coral que cobra vida a través de las palabras.

La historia es la siguiente: Juanito Santa Cruz, inteligente, guapo, rico y golfo, hijo de un gran comerciante y una señora bien, (Don Baldomero y Doña Bárbarita) se encuentra por casualidad con Fortunata, una belleza “al natural” y con natural me refiero a sin educación, vulgar e ignorante, pero hermosa. El flechazo es mutuo, y Juanito sostiene con ella un apasionado romance del que nace un pequeño que al poco tiempo muere. Entretanto, los padres de El delfín (los apodos que Galdós pone a sus personajes son divertidísimos e irónicos) le arreglan un matrimonio que si no hubiera sido pactado, hubiera surgido espontáneamente; la afortunada es Jacinta, una buena y hermosa sobrina de Doña Bárbara que se crío prácticamente al lado de Juanito Santa Cruz y que reúne todas las virtudes que se pueden esperar de una chica de buena pero modesta familia. El matrimonio resulta un éxito, ya que Juanito y Jacinta se adoran, y ante todo, son tan sinceros el uno con el otro que él le cuenta sus calaveradas y ella se las perdona y hasta lo entiende. Así comienzan las cosas. Sin embargo, todo se tuerce por las continuas infidelidades de El delfín y se agravan por la incapacidad de su esposa para tener hijos.

Esta novela es un catálogo de personajes, algunos de ellos entrañables, a saber, y muy principalmente, el de Mauricia La Dura, un alma perdida en los vapores etílicos, violenta y machorra, que se convierte en la mejor amiga de Fortunata. También está don Evaristo Feijoo, gran hombre, protector y mejor amigo de Fortunata. Yo rescataría también a Doña Lupe La de los Pavos, usurera y dominante tía política de la ya mencionada. Del lado de los ricos, la más rescatable, aparte de la propia Jacinta (la mona del cielo, como le llama Fortunata), alma buena donde las haya, es doña Guillermina Pacheco la rata eclesiástica, santa mujer que se preocupa por mantener el decoro material y espiritual de todos sus protegidos, que son muchos.

La historia está estructurada también al estilo culebrón, ya que cada una de las partes terminan en lo más emocionante del momento, y la siguiente inicia con otra vida, otra historia, otra mirada, otro personaje, y así, se van hilando y entremezclando todas las historias.

Hay muchas referencias a la vida política y social del país, pero Galdós no se detiene, no hace paréntesis ni puntos y aparte, sino que refiere por medio de los personajes, por medio de charlas, tertulias, reuniones y amistades, y así nos mantiene al tanto de la actualidad. Así mismo, los cuadros costumbristas del Madrid del siglo XIX también están retratados al detalle, pero siempre como parte de la escena, del momento que vive el personaje, forman parte esencial del momento y el lugar en que están sucediendo las cosas.

Para hablar de Fortunata y Jacinta se necesitan muchas páginas, hay mucha tela de donde cortar, sin embargo, me quedo con los fabulosos y detallados retratos de sus personajes, sus divertidísimas escenas, el sentido del humor y la ironía, y sobre todo, con las heroínas; la mona del cielo (Jacinta) y la prójima (Fortunata), dos personas opuestas unidas por un mismo hombre, un maravilloso y perfecto hombre, si no fuera por su falta de escrúpulos, y sin darle más vuelta, por su cinismo y golfería. Lo que acá llaman un chulo, vamos.