11 octubre, 2005

La verdad es de quien cuenta la historia (Los amores imprudentes, Gustavo Martín Garzo)

Cuando lees una novela, no sabes que será lo que te atrapará, cual es el mínimo detalle que te conmoverá tanto que al momento de cerrar el libro puedes decir que te ha gustado. Muchas veces, son las historias secundarias, las paralelas, las que causan mayor impresión, por encima del hilo argumental central.

Los amores imprudentes es el viaje iniciatico de una joven de 25 años que va en busca del pasado, un pasado que no le pertenece pero al que está atada por medio de una medalla que cuelga de su cuello. ("Es verdad que contraemos deudas con nuestros muertos, pero esto no les daba derecho a pedir que nos inmoláramos tratando de completar lo que ellos no habían sabido o podido vivir", pág. 85)

La protagonista es una francesa hija de exiliados españoles que luego de la muerte de su padre descubre una fotografía de una hermosa mujer sonriendo y un sobre que contiene un nombre y un teléfono. Lo curioso de la fotografía es que la mujer que sonríe a la cámara lleva colgada al cuello la misma medalla que su padre le regaló cuando cumplió 11 años.

Al ser incapaz de manejar su propia vida, atropellada por un continuo fracaso tanto en el terreno sentimental como en el laboral, la chica (y ahora que me pongo a pensar, no sé su nombre, ¿lo habrá mencionado alguna vez?) huye de París con el pretexto de encontrar la verdad sobre esa mujer que al parecer significó mucho para su padre. Viaja hasta un pueblo cercano a Burgos, en el que parece que todo el mundo oculta algo y todos tienes diferentes versiones de lo que pasó en el pueblo hace cincuenta años.

Nazis, mujeres trabajando en una empresa de conservas, una mujer rica, influyente y triste, una anciana que recuerda los años de feliz e irreflexiva juventud; una extraña relación entre una mujer que lee y cita las novelas de PD James y una chica agresiva y agreste; un hombre que guarda un oscuro secreto, son algunos de los personajes que nuestra protagonista encontrará en el pueblo. Es difícil acceder a la verdad, cuando la mayoría de los personajes de la historia ya han muerto y los que todavía viven parecen no querer contarla.

¿Y cuál es ese pequeño detalle que captó mi atención? Pues uno que se menciona, pero que no es esencial en la novela. Una hija va a averiguar el pasado de su padre muerto y al hacerlo descubre que su padre tuvo un gran amor. Esta hija es consciente que sus padres no fueron felices, que no se querían, y que la enfermedad larga y dolorosa de la madre contribuyó a esa infelicidad. Pero al ir tras el pasado, la hija se da cuenta de que esto viene de más atrás, de antes de que ella naciera y de que su madre enfermara y muriera, incluso de antes de que su madre conociera a su padre. A lo largo de la novela, la arrolladora pasión entre su padre y aquella enigmática mujer hace más patente la gris historia de sus padres. ¿Qué sentirá una hija al saber que sus padres no fueron felices, que no se querían? ¿Qué se siente al descubrir que hay un amor más grande, más profundo, interminable, y del cual no eres tú el resultado lógico? Es como pensar que eres protagonista de una película y luego darte cuenta que no eras más que un extra, un figurante, aunque con esperanzas a llegar a actor de reparto, pero no mucho más lejos. De repente me puso muy triste pensar en ello.